Durante agosto, el peso dominicano se depreció un 3,30 %, consolidándose como la moneda con peor desempeño en América Latina. Mientras economías como la brasileña o la colombiana aprovecharon los flujos de capital hacia mercados emergentes, la República Dominicana quedó rezagada, reflejando problemas estructurales de larga data.
La debilidad de la moneda nacional se explica por varios factores: una alta dependencia de importaciones en sectores clave, la fuerte sensibilidad frente al dólar y a la política monetaria estadounidense, y la limitada capacidad para atraer inversiones extranjeras en comparación con países vecinos.
El resultado inmediato es un encarecimiento de las importaciones y una presión inflacionaria que golpea a consumidores y empresas locales.
En un país donde la estabilidad descansa sobre tres pilares , turismo, remesas y zonas francas, la depreciación del peso agrega un reto adicional. El dólar más caro reduce el poder adquisitivo de los hogares y obliga a las empresas a reajustar sus costos.
Este panorama abre un debate más amplio: ¿qué alternativas tienen los dominicanos para resguardar sus ahorros y protegerse de la incertidumbre cambiaria?

Entre capital extranjero y monedas digitales
El contraste con países como Brasil y Colombia resulta evidente. Ambos lograron atraer capitales gracias a un marco regulatorio más robusto y a reformas que inspiraron confianza en los inversionistas. La República Dominicana, en cambio, enfrenta el reto de reforzar sus políticas fiscales y monetarias para competir en el mismo terreno.
En paralelo, la discusión pública ha empezado a girar hacia soluciones fuera del sistema financiero tradicional. A nivel global, cada vez que una moneda local pierde valor frente al dólar, aparece la pregunta sobre la utilidad de alternativas como bitcoin (BTC).
El fenómeno se repite en América Latina: mientras El Salvador adoptó bitcoin como moneda de curso legal, otros países prefieren mantener distancia, alegando riesgos de volatilidad y falta de infraestructura.
La diferencia radica en las condiciones económicas y sociales. En países donde los salarios son más altos y la estabilidad monetaria es mayor, las personas no sienten la urgencia de recurrir a criptomonedas para proteger sus ingresos. En cambio, en economías con monedas frágiles y salarios mínimos reducidos, la búsqueda de alternativas se vuelve inevitable.
El salario mínimo y la necesidad de protegerse
En la República Dominicana, el salario mínimo apenas cubre las necesidades básicas de una familia. Cada alza en el precio del dólar se traduce en un incremento inmediato en alimentos, transporte y servicios. Para millones de dominicanos, ahorrar en pesos significa asumir una pérdida constante de valor.
Aquí surge el atractivo de bitcoin: no como instrumento de especulación para millonarios, sino como un refugio para quienes buscan preservar lo poco que logran ahorrar.
Bitcoin se presenta, entonces, como una alternativa diseñada para millones y no para millonarios. Aunque su volatilidad es innegable, para quienes viven en economías donde la moneda local se erosiona rápidamente, representa la posibilidad de escapar de la inflación y de acceder a un sistema financiero más amplio y descentralizado. El gran reto, en consecuencia, es reforzar la resiliencia de la moneda nacional y, al mismo tiempo, ofrecer a la población alternativas reales para ahorrar y proyectar un futuro más estable.
En ese cruce de caminos, bitcoin aparece no como una moda, sino como un síntoma de la necesidad de millones de dominicanos de defender el fruto de su trabajo frente a un peso cada vez más débil.